viernes, 6 de julio de 2012

Buenas noticias sobre el paradero de los hijos del diablo.

Las ideas y los sentimientos políticos y aún los religiosos, se pueden comentar y en ocasiones discutir con personas serenas o predispuestas, aunque sea temporalmente a la serenidad. Las pasiones nacionalistas o los arrebatos de ilusión o desesperanza que el fútbol provocan, pueden, en según que circunstancias ser objeto de comentario y análisis entre contrarios. Pero la maldad, igual que ocurre con la bondad son indiscutibles. Son como las matemáticas o el lenguaje de comunicación de las aeronaves: código internacional. Hace poco tiempo, una persona de mi familia directa me trasladó el relato de una amiga argentina, una señora viejecita cuya juventud fué triturada por la maquinaria represiva de Videla. Lo que ahora sé de primera mano, el conocimiento de los padecimientos que sufrió esta mujer apenas tienen comparación con otros actos de perversión humana de los que tenemos conocimiento en la historia reciente. La tortura se carga, si es que esto es aún posible, en el caso de Argentina con un estremecedor significado. En el momento de escribir esta reflexión y por culpa de la diferencia horaria, no se si hace un día o dos, o cuantos, que el Monstruo fué condenado con una parte de sus secuaces, por el robo de niños recién nacidos que fueron arrebatados a sus madres, a las que en ocasiones se asesinaba después del parto. Me alegra profundamente la noticia porque a los seres humanos no es posible ocultarnos ni disfrazarnos la maldad.