viernes, 18 de enero de 2013

Placer privado.

Hoy, en el metro de Madrí, he vuelto a practicar uno de mis mayores placeres privados. Mentiría, y hoy no me apetece, si dijera que es uno de mis favoritos, pero si es uno que tenía muy abandonado. El placer es leer con ansia, con deseo desbocado, con la pasión que hace que te de miedo que el libro se acabe y con él, el pequeño refugio que son las letras. Tanto a la ida, como a la vuelta, me he sumergido en la historia, y he vivido al margen del mundo que me rodeaba en el vagón. Solamente en un instante del trayecto he recordado otros libros que consiguieron en su día que incluso los sonidos del ambiente desaparecieran. No soy un escritor, soy un lector, un espectador, una conciencia que sigue el criterio de la búsqueda del placer, soy, como todos ustedes una de las piezas que construyen EL PÚBLICO. Razones personales, sentimentales, hacen que estos últimos tiempos esté triste, profunda y pesadamente triste a ratos, pero reencontrarme con la música de mi adolescencia y con el exquisito placer de la lectura y de las amistades, me colocan de nuevo a flote. Este post no tiene que ver con la exposición que estoy montando,ni con mi amor por la cocina, pero es que mi vida es más importante que mis trabajos, y la suya, no lo olvide, también.

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