-Déjame que te coma el cuerpo
y ella respondió cerrando los ojos, entreabriendo la boca y anudándole los brazos alrededor del cuello.
Así empezaron, más que besos, suaves mordiscos que parecían escabar la carne. La pasión nos hace esclavos en un instante y nos dicta que debemos hacer.
Los mejores mordisquitos son los que son como besos y los mejores besos parecen arañar suavemente con los dientes.
Siempre suavidad, siempre dulzura, la pasión algo contenida es agradablemente salvaje. El deseo decide la presión y lo hace con una exactitud embriagadora.
Tienen los cuerpos humanos la temperatura perfecta para que queramos acurrucarnos en el corazón de la otra persona, en sus sueños.
No hay comentarios:
Publicar un comentario